miércoles, 15 de septiembre de 2010

Biodiversidad en riesgo

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13.8.10
Biodiversidad en riesgo
Presentación de resultados de estudio de plaguicidas en la cuenca del Parque Nacional
Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay.
La investigación -desarrollada entre abril de 2009 y agosto de 2010- detectó “la presencia
de residuos de plaguicidas altamente tóxicos en peces”, así como altas concentraciones de
dichos productos en abejas colectadas durante mortandades masivas. Encontró, además,
“elevadas concentraciones de plaguicidas dentro del área protegida y en algunos
componentes claves de la biodiversidad de la misma” y evidenció la existencia de
“limitaciones en las capacidades nacionales para el monitoreo de los impactos de
plaguicidas usados en sanidad vegetal sobre animales, producción apícola y el medio
ambiente”.
El Parque Nacional Esteros de Farrapos e Islas del Río Uruguay forma parte del Sistema
Nacional de Áreas Protegidas (SNAP) desde noviembre de 2008. Se ubica en el
departamento de Río Negro y su extensión ronda las 20.000 hectáreas. Reúne varios
ecosistemas: bosques de parque, ribereños, suelos de blanqueales, humedales e islas
fluviales. La zona es significativa para la reproducción de aves y peces y reúne una
amplia diversidad de especies biológicas. Desde 2004 es protegida como sitio Ramsar
(convención internacional para la protección de humedales).
Sin embargo, el ecosistema está amenazado por el uso del suelo de la cuenca de
influencia, donde predominan cultivos forestales y de soja transgénica. El cambio ha sido
drástico y acelerado en la última década, en la que la expansión de los cultivos de soja ha
sustituido campos naturales. Esto determinó una pérdida de diversidad y un incremento
del uso de plaguicidas. El impacto del cambio ya se observa, pero sus consecuencias a
futuro son inciertas.
El estudio fue desarrollado por la Organización No Gubernamental Vida Silvestre, con
financiamiento del Programa de Fondos para Ecosistemas del Comité Holandés de UICN.
Fue ejecutado con el apoyo de investigadores de las facultades de Ciencias y Química de
la Universidad de la República (Udelar) y del Instituto Nacional de Investigaciones
Agropecuarias.
El equipo trabajó de manera participativa con instituciones de Nuevo Berlín y San Javier,
localidades rionegrenses aledañas al área protegida. Los resultados fueron presentados el
miércoles 11 de agosto en el liceo de Nuevo Berlín, donde acudieron representantes de la
Intendencia de Río Negro (IRN), del proyecto Más (IRN-Uruguay Integra), del SNAP,
del Centro Regional Norte de Paysandú (Udelar), de la Comisión Administradora del Río
Uruguay (CARU), pescadores artesanales y apicultores, docentes de ambas localidades y
estudiantes del liceo de Nuevo Berlín que participaron en la experiencia.
El proyecto propició la articulación interinstitucional, cualidad que fue destacada por
todos los participantes que acudieron a la presentación. Contribuyó también a aceitar
vínculos entre la comunidad local, por ejemplo, una de las estudiantes de sexto año que
participó en un taller con pescadores indicó: “Gracias a este proyecto nosotros supimos
valorar la pesca artesanal, porque a pesar de que seamos vecinos de pescadores no nos
dábamos cuenta de la importancia que tiene para esta localidad, cómo se organizaban y
las cosas que hacían”.
Daños colaterales
El proyecto evaluó la presencia y concentración de plaguicidas en suelo, peces y
producción apícola dentro del área protegida y en zonas agrícolas y forestales de la
cuenca.
Los principales pesticidas encontrados en el estudio fueron endosulfán (insecticida
organoclorado, disruptor endócrino, altamente tóxico, cuyos residuos en alimentos y agua
poseen riesgos inaceptables para la salud humana, persistente en el ambiente por más de
seis años y prohibido en más de 50 países), cipermetrina (insecticida piretroide
extremadamente tóxico para peces y abejas, disruptor endócrino y con potencial
moderado de bioacumulación), -Cihalotrina (insecticida piretroide derivado de la
nicotina, muy tóxico para peces, crustáceos y abejas), clorpirifos (insecticida
organofosfatado extremadamente tóxico para peces, aves y abejas con moderado
potencial de bioacumulación), coumpahos (acaricida usado para curar enfermedades de
las colmenas y prohibido en miel) y glifosato (herbicida aminofosfórico potencialmente
contaminante de agua subterránea, bioacumulable en peces y que en altas
concentraciones puede ser mortal). Las plantaciones forestales utilizan glifosato; en las de
soja también lo aplican y utilizan además cipermetrina, -Cihalotrina y clorpirifos.
El estudio constató la presencia de plaguicidas en suelos de ambientes naturales (incluso
dentro del área protegida). Asimismo, verificó altos niveles de endosulfán en sedimento
de cañadas en suelos con soja.
En cuanto al estudio de los peces, como en nuestro país no se realizan análisis de la
presencia de plaguicidas en dichos organismos, el grupo de trabajo envió a Alemania las
muestras de peces para que fueran analizadas. De las ocho especies más consumidas en el
medio local y de mayor interés comercial se constataron restos de endosulfán en tararira,
bagre amarillo, sábalo y boga. “En algunas tarariras y bagres amarillos, las
concentraciones encontradas fueron superiores a lo permitido según el Codex
Alimentarium para la carne de pollo (no se encontró referencias para carne de pez)”,
explica el informe final.
En relación a los productos apícolas (miel y cera), no se constató la presencia de
plaguicidas estudiados en ninguna de las muestras de miel. Sí se detectaron altos niveles
de coumaphos en muestras de cera y sólo en una de las once muestras de cera colectadas
en febrero se registró endosulfán.
Todas las muestras de agua analizadas dieron negativo para los plaguicidas analizados,
pero el grupo aclaró que “el agua junto con la miel se consideran elementos no adecuados
para detectar la presencia de los plaguicidas analizados, ya que dichos compuestos no son
persistentes en agua y miel”.
En los casos de mortandad masiva de peces y abejas que fueron evaluados, se
encontraron “altas concentraciones de plaguicidas en general y de endosulfán en
particular”.
El informe final alerta: “A pesar de las fuertes restricciones que existen en Uruguay
respecto al uso de endosulfán se encontraron altas concentraciones en la mayoría de las
matrices analizadas: suelo, peces, cera y abejas y peces colectados durante mortandades
masivas. Sería recomendable reevaluar la autorización de su uso, dada su alta toxicidad,
persistencia y potencial de bioacumulación y biomagnificación, que ha justificado su
prohibición en la mayor parte del mundo”.
En diálogo con la diaria, Carlos Migueles, pescador artesanal de Nuevo Berlín, dijo: “La
población de Berlín consume mucho pescado de cuero y lo que más está consumiendo es
bagre. Entonces, si en el bagre se encontró endosulfán, ya estamos planteándonos qué
tiene que cambiar en la dieta de nosotros, pero si a su vez encontramos que en la boga y
en el sábalo también, ya no vamos a tener para dónde disparar. Hoy por hoy, estoy
viviendo solamente de la pesca. Desde que me llamaron y me dijeron que había
endosulfán en los peces de consumo ya no estoy comiendo pescado y entonces si me
tengo que comprar un kilo de carne tampoco me va a dar. Ya no sé para dónde disparar”.
Colmenas afectadas
El proyecto implicó un monitoreo participativo con apicultores de San Javier y Nuevo
Berlín. Entre octubre y abril se colocaron trampas al pie de las piqueras (entrada de las
colmenas), hacia donde las abejas expulsan a las que mueren en el interior de las
colmenas. En la presentación, las integrantes del equipo señalaron que no había en
Uruguay datos de base sobre la mortandad de abejas por semana.
Es por eso que cada apicultor participante llenó una planilla con el conteo de abejas
muertas por semana. A partir de los datos obtenidos se observaron diferencias entre
ambas localidades, de acuerdo al período del año: en noviembre la mortandad semanal en
San Javier iba de 40 a 67 abejas, mientras que en Nuevo Berlín iba de 39 a 58; en
cambio, en enero-febrero, mientras que San Javier mantuvo el promedio de noviembre,
en Nuevo Berlín se incrementó exponencialmente, contabilizando de 298 a 397 abejas
muertas por semana. El grupo de trabajo especificó que la diferencia tiene relación con
los usos del suelo: “La mortandad basal de abejas es mayor en apiarios ubicados en
predios rodeados de cultivos de soja que en apiarios en entornos forestales y que en
ambientes naturales”.
Entre las opiniones vertidas en el intercambio de la presentación de resultados se recalcó
la importancia de continuar y profundizar el monitoreo de recursos naturales. Se
mencionó que si bien los resultados representan sólo una pequeña fracción de la realidad,
son algo así como una “alarma amarilla” que habría que monitorear.

Amanda Muñoz

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